Chiapas
15


Osvaldo Martínez
ALCA: el convite de la "Roma americana" *

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Presentación

Orlando Caputo, Juan Radrigán y Graciela Galarce,
Manifiesto del cobre

José Rabasa,
Negri por Zapata: el poder constituyente y los límites de la autonomía

Ulrich Brand y Christophe Görg,
¿Globalización sustentable?

Gilberto López y Rivas,
Contrainsurgencia y paramilitarismo en Chiapas en el gobierno de Vicente Fox


DEBATE

Armando Bartra,
La llama y la piedra. De cómo cambiar el mundo sin tomar el poder según John Holloway

Atilio Boron,
Poder, "contrapoder" y "antipoder". Notas sobre un extravío teórico-político en el pensamiento crítico contemporáneo

Adolfo Gilly,
El hacedor


PARA EL ARCHIVO

Carta abierta al presidente Lula sobre la concesión de la base de Alcántara al ejército de Estados Unidos

II Encuentro Hemisférico de Lucha Contra el ALCA:

II Foro Social Panamazónico,
Declaración final

III Foro Social Mundial,
Llamamiento de los movimientos sociales


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Hace un año nos reunimos en esta sala para efectuar el I Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA. Hoy, el comité organizador cubano tiene la satisfacción de darles la bienvenida en este II Encuentro y entregarles con sinceridad y sin pretensiones de protagonismo, las facilidades que hemos podido reunir para que nuestro encuentro sea una efectiva contribución a la derrota del ALCA y a la creación de esa otra América que no sólo creemos sino que sabemos posible.

Tiene lugar el II Encuentro cuando la batalla contra el ALCA entra en una fase decisiva que está marcada por la presencia simultánea de varios factores. Éstos son el inicio de la etapa sustantiva de las negociaciones entre los gobiernos, bajo la copresidencia de Estados Unidos y Brasil, la ratificación por el gobierno de Estados Unidos de su interés estratégico por hacer aprobar el ALCA en enero del año 2005 imponiendo un calendario de plazos tan terminantes como apresurados y el crecimiento de la resistencia popular frente al ALCA en el año transcurrido entre el primer encuentro y el actual.

El escenario en que todo esto ocurre incluye la más profunda y espantosa crisis económica, social y política en América Latina, la seria crisis económica en Estados Unidos y, en especial, la forma guerrerista y de acción unilateral que asume la hegemonía norteamericana y le permite dividir al mundo con arrogancia imperial en dos únicos grupos: los amigos incondicionales en un extremo y el resto del mundo en el otro.

La posición del gobierno de Estados Unidos sobre el ALCA se ha movido en el último año entre la premura por hacer aprobar su proyecto de recolonización, la aprobación de un fast-track limitado y una indetenible escalada proteccionista que devalúa la retórica discursiva del libre comercio con ganancias para todos.

El énfasis en imponer a marcha forzada el ALCA y las declaraciones arrogantes asegurando que no les inquieta el que algunos países rehusaran ingresar a sus grandes beneficios, no hace más que ratificar la prisa norteamericana para utilizar a América Latina como instrumento para compensar sus grandes déficits comerciales con el resto del mundo, recolonizar la región y uncirla para siempre a su dominación, eliminar de América Latina la competencia de europeos y asiáticos y tener acceso irrestricto a los recursos latinoamericanos que ambiciona controlar.

El interés del gobierno de Estados Unidos no es compartir los beneficios de una idílica liberalización comercial en el ALCA, sino penetrar los mercados latinoamericanos arrasando con los productores nacionales para compensar su gigantesco y creciente déficit comercial que en el 2001 alcanzó 346 mil millones de dólares.

El interés del gobierno de Estados Unidos no es compartir los supuestos beneficios de la libre inversión de capital, sino extraer utilidades de América Latina para compensar su déficit de cuenta corriente que alcanzó 375 mil millones de dólares el pasado año.

América Latina y el Caribe no son vistos como libres y felices socios para acompañarlos en la alegre apertura de mercados, sino como instrumentos para conjurar la incertidumbre y el temor ante el presente y el futuro económico de Estados Unidos. Un presente que sólo en el último año registra pérdidas en el mercado de valores por más de 2.5 millones de millones de dólares, numerosas quiebras salpicadas de escándalos de corrupción en gigantescas empresas hasta ayer consideradas joyas de la "magia del mercado", un alto nivel de desempleo, la pérdida de confianza de los consumidores y el regreso a una espiral de déficits fiscales en medio de la fiebre belicista que alimenta un gasto militar desenfrenado.

América Latina y el Caribe no es el socio que en igualdad de condiciones -como dice la propaganda del Departamento de Estado- fortalece y apoya su democracia con el libre comercio, sino que es la región donde el apetito del imperio se excita con los mercados por controlar, las esferas de inversión de capital por dominar, las empresas públicas por privatizar, los lucrativos sectores de servicios por someter y la barata fuerza de trabajo por explotar. Es la región donde hay petróleo, agua, biodiversidad y espacio geoestratégico para ampliar su red de bases militares.

No es ésta la primera región petrolera del mundo, pero produce alrededor de 15% del crudo mundial y posee 11% de las reservas. De América Latina procede ahora 37% de las exportaciones petroleras de Estados Unidos y los suministros latinoamericanos son más seguros y cercanos en contraste con el convulso y volátil Medio Oriente. Para el gobierno de Bush -representante en la Casa Blanca de los intereses del gran consorcio petrolero estadounidense-, el petróleo latinoamericano es estratégico teniendo en cuenta las derivaciones imprevisibles de una guerra con Irak en el escenario de los países islámicos exportadores de petróleo y ante el agotamiento de las reservas petroleras que en territorio estadounidense no alcanzan a más de diez años.

La región tiene dentro de ella la tercera parte del potencial mundial de agua utilizable; en tanto que el agua, ese insustituible soporte vital, se hace más escasa y se vuelven más sombrías las proyecciones de futuro en un mundo donde las élites desarrolladas derrochan el agua, y para los pobres es escasa y de mala calidad.

América Latina es la región de mayor riqueza del mundo en términos de biodiversidad. En ella contamos con 40% de las especies animales y vegetales existentes. Esto es irresistible para las voraces transnacionales farmacéuticas y de la biotecnología que quieren privatizar y convertir en su monopolio esa riqueza en biodiversidad y los conocimientos tradicionales acumulados por nuestros pueblos.

Éstas son las verdaderas razones para explicar la prisa estadounidense por encerrar a América Latina en la jaula del ALCA.

Pero no son éstas las razones que expresa Robert Zoellick, representante de Comercio del gobierno de Estados Unidos, en sus vaporosas presentaciones del ALCA. En ellas dice cosas como ésta: "Solamente durante el curso de una generación, América Latina pasó de ser una región dominada por autocracias estancadas a una región de democracias pugnantes, la mayoría de las cuales sostienen economías en crecimiento. Éste es un hemisferio de promesa y de posibilidades a corto plazo".[1]

Ciertamente en el curso de sólo una generación América Latina contribuyó destacadamente a la buena salud de la economía de Estados Unidos mediante una transferencia financiera que sólo puede calificarse como brutal saqueo.

La economía más grande y desarrollada del mundo fue la principal receptora y beneficiaria entre 1991 y el 2000 de una transferencia financiera hacia el exterior que sólo por concepto de intereses y utilidades pagadas alcanzó la cifra de 603 900 millones de dólares.

Si a esta enorme cifra le agregamos otras partidas no reveladas en las estadísticas, como el pago de amortizaciones por la deuda externa, el intercambio desigual en el comercio y ese agujero negro llamado fuga de capitales, entonces tendríamos la visión más cercana a la realidad de una región "de promesa y de posibilidades a corto plazo", que en sólo una década entrega dolorosamente y en un estimado conservador, más de un millón de millones de dólares, de los cuales no menos de 70% han ido a financiar los gigantescos déficits que se permite la economía de Estados Unidos y que el Fondo Monetario Internacional denuncia como intolerables en cualquier país latinoamericano, pero no provocan una palabra siquiera cuando se trata de Estados Unidos.

Sólo restaría recordar que en esa década, cuando tantos dóciles gobiernos latinoamericanos aplicaron con regocijo la política neoliberal, la región no solamente se desangró entregando más de un millón de millones de dólares, sino que en esos años su deuda externa creció en 302 600 millones y ya ahora alcanza los 800 mil millones de dólares.

En ese lapso los latinoamericanos en situación de pobreza no parecieron captar en toda su profundidad el mensaje de promesa y éxito del señor Zoellick, pues aumentaron su número de 200 a 226 millones entre 1991 y 2002.

Las que sí entendieron el verdadero sentido del mensaje fueron las transnacionales estadounidenses, que recibieron la tajada del león en la compra -muchas veces a precio de remate- de unos cuatro mil activos públicos en la región (bancos, telecomunicaciones, transporte, petróleo, minería, comercio), duplicaron sus tasas de ganancia en relación con las obtenidas en territorio de Estados Unidos y redujeron sus costos laborales entre 70 y 80% con la barata fuerza de trabajo latinoamericana. Además, los bancos norteamericanos se apropiaron de los ahorros nacionales y transfirieron miles de millones de dólares mediante fuga de capitales y variadas formas de circulación de dinero sucio incluida la floreciente industria del soborno.

En los últimos meses, la posición norteamericana ha incorporado un nuevo ingrediente: una oleada proteccionista por encima de lo habitual que, sin embargo, coexiste con la retórica de la apertura comercial y muestra el abismo entre el discurso engañoso y los intereses reales.

Al elevar los aranceles en 30% al acero importado y destinar 180 mil millones de dólares para subsidiar producciones agrícolas no competitivas, el campeón del discurso del libre comercio exhibe el valor exacto de su discurso, esto es, fuegos artificiales para la propaganda y en lo sustantivo la aplicación férrea de un proteccionismo selectivo que se vale de un sofisticado arsenal de barreras no arancelarias, legislación antidumping, subsidios abiertos y encubiertos, normas técnicas, fitosanitarias y muchas otras.

Sólo los muy ingenuos, los muy tontos y, en especial, los muy cínicos podrán seguir repitiendo el elogio del libre comercio que todo lo resuelve.

A punto de comenzar la fase decisiva en la negociación del ALCA, el gobierno de Estados Unidos mantiene una agresiva política internacional caracterizada por el guerrerismo y la acción unilateral, mientras que continúa presentando a la política neoliberal como la única posible, haciendo propaganda de unos supuestos éxitos que sólo se apoyan en la manipulación de las estadísticas y el ocultamiento de verdades esenciales.

¿Cómo ocultar que hay más pobres ahora en la región en magnitud absoluta y en porcentaje de la población total que en 1980 cuando el neoliberalismo debutaba?

¿Cómo ocultar que bajo políticas neoliberales América Latina ha alcanzado el triste campeonato mundial como la región de mayor desigualdad e injusticia en la distribución del ingreso?

¿Cómo ocultar que en Argentina con la esmerada aplicación del neoliberalismo y su capacidad de producción de alimentos veamos niños desnutridos y moribundos en exactas condiciones que en los campos de concentración nazis?

Sin el brutal saqueo por más de un millón de millones de dólares sólo en diez años y sin el lastre de los administradores coloniales que en muchos casos gobiernan América Latina, ¿cuán diferente podría ser la áspera realidad de la educación, la salud, la seguridad social, la cultura, el deporte?

El fracaso del neoliberalismo es inocultable y se evidencia incluso en el cauteloso lenguaje de la CEPAL, que reconoce en los últimos cinco años una "media década perdida". Ésta habría que sumarla a la "década perdida" de los años ochenta, con lo cual tendríamos el resultado que en dos décadas de neoliberalismo se haya perdido década y media. Cualquier trabajador, campesino, gente de pueblo en la región podría preguntar con elemental sensatez por qué insistir en una política de pésimos resultados.

El ALCA lo que pretende es precisamente eso: darle a los latinoamericanos y caribeños más neoliberalismo pero, además, hacerlo irreversible convirtiéndolo en un compromiso jurídico internacional. Lo que se negocia ahora en el ALCA no es más que la codificación de los principios esenciales neoliberales para convertirlos en normativa internacional, siguiendo los peores contenidos de la OMC, del AMI y del TLCAN.

Es curiosa también la relación que los voceros norteamericanos establecen entre el ALCA y la democracia.

Para el señor Otto Reich, hasta hace pocas horas el máximo funcionario de la política hacia América Latina y cuyo apellido tiene resonancias tan hitlerianas como su pensamiento, "el ALCA es la forma de establecer una comunidad de democracias libres, seguras y prósperas".[2]

¿Cómo se puede sostener la democracia coexistiendo con el despotismo de mercado? Es evidente que una política económica que excluye y acorrala a las mayorías no puede ser compatible con otra que no sea la democracia formal congelada en los ritos electorales, que permite votar para que todo continúe igual; la democracia en que tiene más importancia el derecho de las transnacionales que el derecho de los pueblos, la democracia dibujada en el ALCA en la que los gobiernos aceptan ser procesados y condenados por las grandes corporaciones privadas, ésas en cuyas manos se dejan las decisiones estratégicas de la nación presentándolas como decisiones del mercado.

La negociación gubernamental en marcha ha sido hasta ahora una ratificación de que el ALCA sólo puede imponerse con métodos antidemocráticos. Hasta julio de 2001, la negociación fue en absoluto secreto. Ante la presión del movimiento popular divulgaron un "borrador" plagado de corchetes con una larga lista de propuestas sin identificar los gobiernos que las hacían. Casi ningún gobierno se ha comprometido a someter las negociaciones a consultas en que pueda manifestarse la soberanía popular, los parlamentos han quedado marginados, las organizaciones populares sólo pueden enviar opiniones escritas a un irrelevante comité que no ha hecho otra cosa que engavetarlas y los seminarios realizados por negociadores con organizaciones y movimientos populares no han sido más que monólogos sobre la agenda más conveniente para ellos.

En la negociación hasta ahora efectuada es conocida la posición del actual gobierno brasileño de crítica al ALCA en cuanto a barreras para el acceso al mercado de Estados Unidos, la posición del gobierno venezolano a favor de someter el ingreso al ALCA a un plebiscito oficial3 y su inconformidad con la política neoliberal y el calendario de marcha forzada, así como la lógica y justa posición de los países caribeños en defensa del trato preferencial para las economías más pequeñas y débiles.

Todas estas críticas y reclamos señalan reales puntos donde el ALCA lesiona intereses legítimos de nuestros países, pero tiene este proyecto de recolonización y anexión muchos otros puntos oscuros de igual o peor significado sobre los cuales se mantiene un sospechoso silencio.

Veamos algunos de ellos.

En cuanto a derechos de los inversionistas es evidente que a éstos se les da mayor jerarquía que a los derechos de los pueblos. Se mantiene en los textos del ALCA el derecho de las empresas a demandar a los gobiernos ante instancias fuera de la legislación nacional, a condenar a éstos y hacerlos cumplir sus exigencias. Se mantiene la prohibición de cualquier control sobre el movimiento de capital, incluidos los capitales especulativos de corto plazo. Se mantienen los llamados "requisitos de desempeño", que no son otra cosa que un código de prohibiciones dictado por las empresas privadas para maniatar a los estados hasta asegurar su total irrelevancia.

En el tema de servicios se pretende considerar todos los servicios -educación, salud, pensiones y jubilaciones, vivienda, seguridad, etcétera- como mercancías y someterlos a una lógica de competencia comercial en la que arrasarían las empresas de servicios norteamericanas y recibirían servicios los que puedan pagarlos.

En el tema de compras gubernamentales se pretende que las compras que haga el gobierno se guíen exclusivamente por el precio y la calidad, y que toda otra consideración sea condenada como una distorsión de la competencia. De esta forma un gobierno no podría usar sus compras como medio de favorecer a grupos sociales necesitados, sino solamente comprarle a transnacionales extranjeras que se impondrían en la competencia.

En el tema de agricultura es obvio que Estados Unidos pretende penetrar en los mercados regionales sin levantar el proteccionismo del suyo, provocando la ruina de campesinos y estimulando una competencia entre los países que, sin mecanismos de coordinación de políticas agropecuarias, conduzca a minar la integración regional.

En la propiedad intelectual el ALCA mantiene su pretensión de hacer privado lo que debe ser público y adjudicarse incluso la invención de la vida convirtiendo en monopolio privado -éste es bueno y deseable, pues el malo y perverso es el monopolio estatal- el uso de plantas y otras formas de vida. Se pretende, en suma, llegar más lejos que las reglas del Acuerdo TRIPS de la OMC y ampliar más aún la protección de las patentes para satisfacción de las grandes transnacionales farmacéuticas.

En el tema de política de competencia se desvirtúa el sentido de la empresa pública como empresas que surgieron para asegurar derechos de los pueblos y ejercer la soberanía sobre recursos estratégicos, al someterlos a una disciplina de competencia de mercado, e incluso se pretende crear una amenazante autoridad autónoma con poderes supranacionales para investigar y condenar prácticas anticompetitivas y revisar las legislaciones nacionales en esta materia. Es prácticamente la sustitución del Estado por un ente autónomo que no parece rendir cuentas más que a sí mismo.

En cuanto a medio ambiente y recursos naturales, el ALCA impulsa la radicación de transnacionales dedicadas a la exportación con uso intensivo de energía y recursos naturales, tratando al medio ambiente como una mercancía.

En los textos del ALCA sigue sin respuesta el gran problema del desempleo, la caída del salario real, la informalización y precarización del trabajo que la política neoliberal ha exacerbado. Por el contrario, la insistencia en un neoliberalismo aún más denso con su libre comercio en vez de justo comercio y capital de libre movimiento en vez de capital con regulación social, asegura más desempleo y precarización.

En los textos del ALCA sigue repitiéndose la inviolable libertad de movimiento de las mercancías y el capital, mientras que la política migratoria norteamericana se hace cada vez más xenófoba y restrictiva del movimiento de la fuerza de trabajo.

Los textos en negociación del ALCA ignoran la situación de la mujer colocada en un peldaño aún inferior en cuanto a empleo y recibiendo el impacto multiplicado de las políticas de libre comercio e inversión de capital. Nada hay en estos textos que aseguren a las mujeres la protección de sus derechos laborales, civiles, reproductivos, sexuales y humanos.

Nada hay tampoco para proteger los derechos de los pueblos indígenas sobre los que el neoliberalismo ha agregado una nueva dosis de explotación y exclusión por encima de las que padecen desde hace más de quinientos años.

Todo lo anterior y aún más contienen los textos del ALCA que merecen ser criticados y rechazados.

En ellos aparece con claridad el carácter anexionista, colonialista e imperialista de esta propuesta norteamericana para retroceder.

Frente al proyecto anexionista se ha levantado en el último año con vigor y creciente combatividad la resistencia de las organizaciones y movimientos populares.

Cuando en noviembre del pasado año nos reunimos en esta sala en ocasión del I Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA nos propusimos concertar acciones y levantar la resistencia utilizando las múltiples vías y formas que articula la Alianza Social Continental.

Tenemos ya hoy una acumulación de acciones que dan cuenta de la creciente capacidad de movilización de lo que puede llamarse con propiedad el movimiento antiALCA y una mayor difusión entre los pueblos del hemisferio del verdadero y sombrío significado de este acuerdo, si se consumara cerrando la cadena para atar definitivamente a los países recolonizados.

De Quebec a Quito podemos hacer el recuento y el examen de los logros y las insuficiencias de acciones como la marcha contra el ALCA en el Foro Social Mundial de Porto Alegre 2002, el plebiscito popular realizado en Brasil por el esfuerzo y la tenacidad de un conjunto de organizaciones populares y donde más de diez millones de brasileños expresaron su repudio al ALCA, las jornadas de resistencia en Quito bajo las bombas lacrimógenas, el Foro Social Argentino, el Foro Social Uruguayo, la organización en marcha de un plebiscito popular y otras acciones realizadas en México.

Estas acciones y muchas otras no mencionadas han sido necesarias, útiles e insuficientes.

Ellas demuestran que el movimiento antiALCA crece, se organiza y es la mayor preocupación y motivo de irritación para los voceros imperiales y las oligarquías serviles, mientras que para los pueblos es la esperanza, la genuina reserva de rebeldía, decoro y dignidad frente al fatalismo y la sumisión.

Demuestran también que el potencial del movimiento antiALCA es tan grande como grande es la injusticia social, la exclusión y la opresión de mercado en América Latina y que su fuerza sería capaz no sólo de derrotar al ALCA, sino de construir la alternativa popular, solidaria, incluyente y antimperialista que necesitamos.

Pero siendo notable y alentador lo alcanzado, es insuficiente aún frente al designio imperialista de anexarse América Latina y el Caribe contando con su superioridad económica, con el dominio de los grandes medios de comunicación expertos en introducir el pensamiento que racionaliza la sumisión y el concurso de los servidores nativos afanosos por hacer méritos ante el amo.

Este II Encuentro tiene lugar cuando la negociación del ALCA entra en su fase decisiva y debe ser decisivo él en términos de alcanzar la coordinación, la organización y la movilización que esta fase demanda, sin disminuir el debate, la flexibilidad y la verdadera participación democrática que son distintivos de la Alianza Social Continental.

El comité organizador de este Encuentro, que no es más que el capítulo cubano de la Alianza, ha trabajado y trabajará dentro de nuestras modestas posibilidades de país bloqueado y hostigado, para que ustedes puedan trabajar sin gases lacrimógenos, ni policías enfundados en escafandras antimotines que los obliguen a la dispersión o los encierren en prisión. No tendrán ustedes que irrumpir como intrusos indeseables en una reunión de ministros que cocinan el ALCA a puertas cerradas, para hacer escuchar la voz de los excluidos, porque los ministros están aquí con nosotros y de nuestro lado.

Los cubanos somos excluidos del ALCA pero no nos sentimos contrariados, sino orgullosos de serlo. No tenemos interés o deseo alguno de recibir la distinción de ser anexados a Estados Unidos. Desde nuestro presente de independencia nacional, solidaridad social y resistencia de cuarenta y tres años frente a las narices del imperio, vemos al neoliberalismo como una aberración de la que nos liberamos.

Nos sentimos muy bien donde estamos, esto es, junto a ustedes formando parte de los que luchan contra el ALCA y por otra América posible.

Hemos tenido los cubanos dos grandes privilegios. Uno es vivir dentro de una Revolución triunfante que desde 1959 nos educó en la resistencia a los intentos por devorarnos de los que hoy proponen el ALCA, y simultáneamente creó una cultura de la solidaridad que nos indica, sin desvíos posibles, que nuestro lugar es éste, con ustedes, entregando lo mejor que podamos en esta lucha también nuestra. El otro privilegio es contar con el magisterio de José Martí, quien conoció y estudió a fondo el naciente imperialismo norteamericano, advirtió su apetito expansionista sobre las tierras que llamó Nuestra América y encontró debajo de la retórica panamericanista de entonces -similar a la que hoy difunde el ALCA- el núcleo de pensamiento y proyecto anexionista que denunció, para impedir que los pueblos de América fueran dominados por la que llamó la "Roma americana".

Esto escribió José Martí el 2 de noviembre de 1889 a propósito del Congreso de Naciones de América convocado en Washington en ese año. De nuevo sus palabras, a ciento trece años de escritas, nos iluminan acerca de la entraña más profunda de proyectos como el ALCA:

Jamás hubo en América de la independencia a acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, determinados a extender su dominio en América, hacen a las naciones americanas de menos poder [...]. Sólo una respuesta unánime y viril para la que todavía hay tiempo sin riesgo, puede libertar de una vez a los pueblos españoles de América de la inquietud y perturbación fatales en su hora de desarrollo, en que les tendría sin cesar, con la complicidad posible de las repúblicas venales o débiles, la política secular y confesa de predominio de un vecino pujante y ambicioso que no los ha querido fomentar jamás, ni se ha dirigido a ellos sino para impedir su extensión como en Panamá o apoderarse de su territorio como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia, o para obligarlos como ahora, a comprar lo que no puede vender [...].

La Habana, 25-28 de noviembre de 2002


Notas:

[*]

Discurso inaugural del II Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA realizado en La Habana, Cuba, del 25 al 28 de noviembre de 2002 [N. de E.].

[1]

Robert Zoellick, "Comercio en libertad, la nueva empresa de las Américas", Perspectivas Económicas, vol. 7, n. 3, periódico electrónico del Departamento de Estado de Estados Unidos, octubre de 2002.

[2]

Otto Reich, "La política de Estados Unidos en la América y el papel del comercio libre", Perspectivas Económicas, periódico electrónico del Departamento de Estado de Estados Unidos, octubre de 2002.

[3]

Ver documento oficial en este mismo volumen [N. de E.].



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2003 (México: ERA-IIEc)


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