Chiapas
12


Ana Esther Ceceña
La territorialidad de la dominación
Estados Unidos y América Latina

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Presentación

Ana Esther Ceceña,
La territorialidad de la dominación. Estados Unidos y América Latina

Boaventura de Sousa Santos,
Nuestra América. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribución

Julio C. Gambina,
Resistencia internacional a la globalización neoliberal


DEBATE

Atilio A. Boron,
La selva y la polis, Interrogantes en torno a la teoría política del zapatismo

John Holloway,
La lucha de clases es asimétrica

Emir Sader,
La izquierda latinoamericana en el siglo XXI

Sergio Tischler,
La crisis del sujeto leninista y la circunstancia zapatista


PARA EL ARCHIVO

Antonio Paoli,
Lekil kuxlejal. Aproximaciones al ideal de vida entre los tseltales

Joaquín Giménez Héau,
ICBG: laboratorio global o negocio redondo

Entrevista con Digna Ochoa y Rafael Álvarez


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Si la tecnología representa uno de los pilares fundamentales de definición de la competencia internacional y de construcción de la hegemonía, otro, de similar envergadura aunque de muy distinta naturaleza, es el territorio. Una vez conformado y generalizado un nuevo paradigma tecnológico y retrazadas las líneas principales de la valorización del capital y de sus mecanismos de dominio, el diseño de una nueva geografía, correspondiente al nuevo momento tecnológico y a sus búsquedas, se ha constituido en el campo privilegiado de disputa.

Dilucidar cómo se construye esa nueva geografía y quiénes son sus agentes es asunto de la mayor importancia si queremos entender los procesos sociales que subyacen a los movimientos económicos aparentemente impersonales e inapelables, y si queremos recuperar nuestra capacidad de autorganización contribuyendo a una deconstrucción radical del sistema de dominación. El territorio complejo, entendido como espacio material y simbólico de asentamiento y creación de la historia y la cultura, así como de la construcción de utopías colectivas y alternativas societales, es el punto de partida de la construcción de identidades y el lugar donde se forjan las comunidades de destino (Otto Bauer), el origen de los significantes primarios de la simbólica regional (Giménez, s/f) y "el espacio de derechos, libertades y posibilidades para vivir y crecer en la propia cultura" (Robles, 1998: p. 2).

El diseño de una nueva geografía y la construcción/modificación de los modos de uso del territorio implican entonces una transformación profunda de las relaciones sociales, de las relaciones entre naciones, de las historias y culturas regionales y del imaginario colectivo como expresión del juego de fuerzas entre las distintas visiones del mundo. La concepción y uso del territorio es un ámbito de lucha civilizatoria, cuyo significado e implicaciones son muy profundos. Al respecto, la diferencia no resuelta entre los pueblos y culturas del mundo y los agentes del proceso capitalista, en el sentido más amplio del término, se expresa, entre otras formas, en que "Occidente es la única civilización designada con un referente geográfico, y no con el nombre de un pueblo, religión o zona geográfica particulares [sic]. Tal denominación saca a la civilización de su contexto histórico, geográfico y cultural" (Huntington, 1997: p. 52). La trascendencia de este proceso de lucha por el establecimiento de una nueva territorialidad no se restringe al uso económico de la tierra y sus recursos o al uso político estratégico de los espacios geográficos en sí mismos, sino que conlleva un cambio de contenido y dinámica en todas las dimensiones de la vida social. No se trata, como en otros casos, de una simple privatización de algún espacio estatizado (por complicada que ésta sea), sino de la expropiación de territorios y riquezas naturales junto con el sentido de la vida que han construido históricamente. Modifica conceptos como nación y soberanía, poniendo en primer plano de discusión la capacidad de autonomía o autodeterminación de la sociedad. ¿Quién, cómo y por qué se deciden los destinos de la humanidad? ¿Cuáles son los límites y los contenidos específicos de estos poderes abstractos que se ciernen sobre la humanidad? ¿Cuáles son sus vehículos o correas de transmisión? ¿Cómo puede la sociedad retomar las riendas de su historia y construir sus utopías?

Desde nuestra perspectiva, el proceso de construcción de la hegemonía que emana de las relaciones mismas de competencia y de la expropiación creciente e ilimitada es protagonizado, desde el poder, por un sujeto dicotómico, que se desdobla y se reintegra con dos lógicas y estilos distintos, pero confluyentes: en uno de sus desdoblamientos se manifiesta bajo la figura de los empresarios poseedores del capital y, en el otro, bajo la del estado que formula las estrategias generales de apropiación y dominación y que, en esa medida, los representa, les abre fronteras y los protege (Ceceña, 2001p).

En este trabajo nos proponemos demostrar cómo las estrategias y políticas de reposicionamiento territorial de Estados Unidos, particularmente en América Latina, responden a las exigencias tanto de crear condiciones más favorables para la competencia que tienen que enfrentar las empresas de origen estadounidense, como a las de control político-territorial de regiones insubordinadas o en proceso de insubordinación, y son abiertamente conducidas por el estado a través de sus agencias de investigación científica, conservación del medio ambiente, control del narcotráfico o policiaco-militares. Es decir, responden a la exigencia de permanente validación y renovación de la capacidad hegemónica del sujeto dominante, a saber: la burguesía originaria asentada en Estados Unidos (Ceceña, 2001p).

Este comportamiento desdoblado o esquizofrénico (característico de una sociedad sustentada en el antagonismo), que en las actuales circunstancias concede la dirigencia del proceso al estado, no desestima la importancia de la injerencia directa y decidida de las empresas. Nuestra convicción es que el proceso de establecimiento de la nueva territorialidad sobre la que se construye la hegemonía estadounidense proviene de una acción combinada entre estado y empresas, la cual se ha adaptado a las circunstancias particulares. Los ámbitos y posibilidades de acción de las empresas llevan a la promoción de intereses mucho más específicos. El estado, en cambio, al velar por estos intereses particulares, se encamina hacia el establecimiento de políticas y acuerdos generales que abran brecha para la entrada de capitales o que garanticen un funcionamiento general adecuado a las necesidades de disponibilidad y expansión de su control sobre recursos y territorios que se consideran estratégicos, o de manejo de poblaciones y conflictos.

Sostenemos aquí que en este periodo de reposicionamiento territorial de Estados Unidos sobre América Latina, la combinación de los llamados Plan Colombia y Plan Puebla-Panamá constituye el mecanismo de redefinición general de las relaciones en el continente, que posiblemente será confirmado por la instauración del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Por lo tanto, toca al estado construir las condiciones que garanticen el mejor desempeño y despliegue de las empresas y demás instancias de poder.

Las razones

Tecnología y nuevas materias de trabajo (biodiversidad)

El advenimiento de la informática sirvió como detonador del desarrollo en gran escala de las ciencias y actividades vinculadas al conocimiento genético, y en un tiempo menor del estimado permitió realizar la lectura del genoma de mayor complejidad y que ofrece las mayores posibilidades: el genoma humano.

Desde el momento en que se automatiza el delicado trabajo genético, la búsqueda de especímenes y la investigación sobre sus principios activos, sus usos tradicionales y sus potenciales aplicaciones comerciales se perfila como una de las actividades de punta tecnológica y mercantil y, consecuentemente, como uno de los espacios privilegiados de la competencia.

La concepción de la naturaleza como biodiversidad (Escobar, 1997) y la percepción de las actividades de conservación como medio de posicionamiento sobre los espacios de mayor densidad o especificidad germoplásmica han conllevado a las instancias de poder mundial participantes en la disputa[1] a renovar la dimensión territorial de la misma.

En ese sentido, las regiones tropicales que todavía conservan por lo menos una parte de sus riquezas naturales y que, como ocurre en la mayoría de los casos, están habitadas por poblaciones que han contribuido a su evolución y conocen muchas de sus aplicaciones prácticas son elemento esencial de potenciación de nuevos desarrollos tecnológicos, así como de muchísimos productos susceptibles de crear y conquistar amplios mercados.

Ninguna región de la Tierra es igualable a la franja media del continente americano que abarca desde la extensa zona amazónica hasta las montañas y zonas frías de Puebla, pasando por un corredor de variada topografía, historia y culturas que alberga una infinidad de especies con un alto grado de endemismo y que, por sus condiciones históricas y coyunturales de relación con el sistema mundial, es en muchos sentidos un territorio cautivo, o potencialmente cautivo, de Estados Unidos.[2]

El monopolio biológico natural que ostenta la franja tropical americana puede ser percibido midiendo su variedad y exclusividad como hábitat de especies pertenecientes a las ramas más estudiadas del universo biológico del planeta. Basten unos cuantos datos como ejemplo:

NÚMERO DE ESPECIES SILVESTRES

País

Mamíferos

Aves

Reptiles

Anfibios

Peces

Plantas superiores

México

491

800

704

310

506

26 071

Total Puebla-Panamá

1 797

4 153

1 882

944

1 132

75 861

% México

27.32

19.26

37.41

32.84

44.70

34.37


NÚMERO DE ESPECIES ENDÉMICAS

País

Mamíferos

Aves

Reptiles

Anfibios

Peces

Plantas superiores

México

140

92

368

194

-

12 500

Total Puebla-Panamá

170

109

489

326

-

16 198

% México

82.35

84.40

75.26

59.51

-

77.17

FUENTE: Calculado con base en WRI/UNDP/UNEP/WR. World resources, 2000-2001, USA, 2000. Citado en INEGI, Plan Puebla-Panamá (compendio de información de la región), http://www.inegi.gob.mx

Brasil tiene 55 mil plantas raras, Colombia 45 mil, México y Perú 20 mil cada uno y Venezuela, Bolivia y Ecuador entre 15 y 20 mil cada uno (World Resources, 1992-1993). Perú tiene 1 642 especies de aves y Brasil 1 567; este último tiene 485 especies de anfibios mientras Perú sólo 233 (Estrada, 1995).

Por su contenido, la posesión o control de estas tierras es fundamental dentro de un esquema de competencia intercapitalista, pero también, y sobre todo, cuando las contradicciones generadas por un desarrollo intrínsecamente excluyente ponen bajo amenaza la libre disponibilidad de los recursos y los territorios. El aprovechamiento y monopolización de la biodiversidad exige una presencia in situ. Por el momento no es posible prescindir de las muestras de especies, ni se tiene un catálogo completo de las mismas. Algunas son reproducibles en laboratorio o en ambientes ajenos al original; pero muchas otras, la mayoría, no. En muchos casos, la especie no prospera fuera de su cadena y de su hábitat natural, sus posibilidades de evolución se empobrecen o se cancelan por el aislamiento, de manera que la competencia no puede tampoco prescindir de la mediación territorial.

Recursos energéticos y reproducción industrial

La relevancia del petróleo para poner en movimiento la inmensa planta industrial del planeta no requiere ser argumentada y, después de la crisis provocada por la OPEP en la década de los setenta, es objeto de un cuidado y una política especial por parte de las agencias gubernamentales que tienen a su cargo la seguridad nacional de Estados Unidos (Ceceña, 2001p; DOD, 1998; DOE, 2001). Capaz de desatar guerras como la del Golfo Pérsico, el petróleo es responsable de algunas de las decisiones de movilización de tropas, financiamientos y personal de inteligencia de Estados Unidos y de organismos internacionales que, hasta ahora, han respondido puntualmente a sus sugerencias.

La región tropical de América, territorio rico en biodiversidad, lo es también en minerales orgánicos sumamente importantes para el sostenimiento de la posición de autosuficiencia de Estados Unidos en el mercado mundial. Los estados de Tabasco y Chiapas, el Golfo de México y una franja amazónica que incluye regiones de Colombia, Venezuela y Ecuador principalmente forman la cuenca petrolera que sirve de contrapeso a la OPEP y que ha permitido equilibrar la explotación y los movimientos de petróleo en beneficio de los intereses norteamericanos. Si consideramos conjuntamente a estos países, Estados Unidos y Canadá, es decir, toda la zona de influencia directa de Estados Unidos, la producción de petróleo se equipara a la del Medio Oriente (http://www.doe.gov).

Territorialmente, el mayor complejo industrial del planeta se concentra en Estados Unidos y, por ello, es también la mayor región consumidora de energéticos. La invulnerabilidad de su producción está fuertemente ligada a su disponibilidad de petróleo, gas y, cada vez más, electricidad, en la medida en que se incrementa el uso de tecnología informática.[3]

Las previsiones estratégicas del estado norteamericano han elevado a materia de seguridad nacional el suministro energético para los próximos veinticinco años y, la política del presidente Bush sobre el ramo calcula como base de su diagnóstico los yacimientos y potencialidades de generación de toda el área norteamericana, Canadá y México incluidos (Bush, 2000; DOE, 2001).

Desde 1960 [...] la demanda de energía de Estados Unidos ha crecido a más del doble [...] Actualmente, Estados Unidos consume un cuarto de la energía mundial -cuyo 28 por ciento se importa del exterior.

Para hacer de la seguridad energética una prioridad de la política exterior estadounidense, el gobernador Bush va a promover el desarrollo de una "Política Norteamericana de Energía" con Canadá y México (Bush, 2000).

En efecto, el funcionamiento de la enorme planta industrial estadounidense, por sus altos requerimientos de energéticos, ha ido incrementando su vulnerabilidad frente a las contingencias internacionales. Desde esta perspectiva, es apropiado enfrentar el problema como una amenaza a la seguridad nacional y buscar mecanismos de compensación que permitan contrarrestar la incertidumbre.

Nunca antes en su historia Estados Unidos había sido más dependiente del petróleo extranjero. En 1973, el país importó 36 por ciento de sus necesidades petroleras. Hoy en día, Estados Unidos importa 56 por ciento de su petróleo crudo [...] El gasto estadounidense en petróleo extranjero ha pasado a más del doble en el último año (Bush, 2000).

Las previsiones del Departamento de Energía indican un nivel de importaciones de petróleo del 64 por ciento para el año 2020, dadas las actuales condiciones de uso y control del recurso.

Uno de los campos en los que el estado estadounidense ha construido su solidez económica y su capacidad hegemónica es el del diseño de estrategias de autosuficiencia relativa. Los mecanismos son diversos pero permiten confluir en una posición nacional de relativa invulnerabilidad, mientras que promueven los desequilibrios y vulnerabilidades en el resto del mundo.[4] Un ejemplo elocuente es el de la actual insuficiencia alimentaria en países que hace poco eran autosuficientes y modernizaron su sector alimentario mediante las especializaciones (monocultivos y empobrecimiento de especies), la producción en gran escala y la introducción de los fertilizantes y demás químicos que acompañaron la revolución verde.

En este sentido, la esencialidad del petróleo y en general de los energéticos (gas, uranio, agua/electricidad, carbón) es una de las principales líneas rectoras de la política exterior de Estados Unidos en todas sus vertientes. Lo fundamental, en este caso, es el acceso a yacimientos fijos geográficamente.

Costo salarial y competencia

En el terreno de la competencia y de la posición en el mercado, los sistemas de producción maquiladora[5] y el uso de trabajadores inmigrantes han sido las mejores soluciones encontradas para reducir los costos salariales al mínimo posible y, con ello, abaratar las mercancías producidas. Una eficiente combinación de ambos mecanismos en la frontera sur de Estados Unidos ha permitido, en momentos difíciles, un relanzamiento de los productos estadounidenses y una recuperación de su competitividad internacional. No obstante, la estabilización de la maquila en el norte de México ha permitido a los trabajadores organizarse para exigir algunos derechos que inciden, aunque sea ligeramente, sobre el costo salarial.

La disparidad del desarrollo a ambos lados de la frontera y el desmantelamiento de la planta productiva en México en los últimos veinte años condicionaron una afluencia excesiva de trabajadores hacia la franja maquiladora en el norte de México y hacia el sur de Estados Unidos, generando una situación social conflictiva dentro de sus propias fronteras. Esa frontera laboral, que atrae y recibe trabajadores precarizados de todo el continente, ha adquirido un peso demasiado grande y, al mismo tiempo que es rechazada por grupos de trabajadores y ciudadanos estadounidenses que se sienten afectados en sus derechos,[6] ha creado estructuras o redes organizativas de inmigrantes que impiden una expulsión ágil y adecuada en momentos de recesión.

La situación general prevaleciente en el sur del continente, desde el centro de México, brinda condiciones de mayor ventaja para el abaratamiento de costos salariales y la instalación de maquiladoras sin demasiado riesgo social. Elimina la necesidad de traslado de los trabajadores, manteniéndolos en su región de origen, y sólo requiere la movilización de las plantas de producción que, para el caso de la maquila, son relativamente ligeras.

La abundancia de fuerza de trabajo, la precariedad en las condiciones de vida de las poblaciones, la corrupción sindical y administrativa y la impunidad generalizada abren la perspectiva de trasladar la frontera maquiladora, junto con los conflictos sociales que genera, hacia el área sur de México y Centroamérica. Esto permitiría, simultáneamente, detener el flujo migratorio hacia Estados Unidos y obtener el mayor provecho de la indefensión de los trabajadores potenciales.

La territorialidad de los mercados

Un proyecto largamente acariciado por Estados Unidos es el de construir un canal de paso en el istmo de Tehuantepec. De hecho, esta posibilidad se plantea por primera vez en la Cuarta Carta de Relación de Her-nán Cortés; en 1808 Humboldt vuelve a hablar del tema:

En 1852 apareció el libro El istmo de Tehuantepec, resultado del reconocimiento que para la construcción de un ferrocarril de comunicación entre los océanos Atlántico y Pacífico ejecutó la comisión científica bajo la dirección del Sr. J. G. Barnard [...] El ingeniero Barnard llegó a México en 1850, contratado por la Tehuantepec Rail-road Co. of New Orleans (Presentación a Brasseur, 1981: p. 10).

Directamente el presidente Buchanan se ocupó de gestionar la concesión del paso por el istmo en 1859 y finalmente se firma un tratado que concede

derecho de tránsito de personas y mercancías, a perpetuidad, por el istmo de Tehuantepec y las vías Guaymas-Nogales y Matamoros-Mazatlán; protección a estas vías de parte del gobierno mexicano o en su defecto, libertad a los americanos para hacerlo -en situación de emergencia incluso sin su autorización; libertad de tránsito de tropas americanas (ibid.: p. 14).

Por fortuna, el estallido de la guerra civil en Estados Unidos impidió concretar el acuerdo, porque "los americanos insistían en la posibilidad de intervenir militarmente para proteger a sus ciudadanos o propiedades aun sin el consentimiento del gobierno [mexicano]" (ibid.: p. 13).

La apertura del canal de Panamá en 1914 atenuó las exigencias sobre Tehuantepec. No obstante, tratándose de la zona de mayor densidad productiva del mundo, por el peso de la economía estadounidense, y considerando la caducidad del tratado con Panamá, el asunto de construir un paso en Tehuantepec asume una urgencia renovada (ver mapa 1).

Más cercano que Panamá, este canal de paso, ferroviario y carretero en un primer momento, permitiría establecer un corredor de ensamble de mercancías provenientes de las tierras de ultramar en las dos direcciones, sea del este y oeste de Estados Unidos, sea del norte y sur del continente americano. En el periodo 1996-1997, se presenta en la cámara de senadores de México el proyecto de construcción de un "canal multimodal" en el istmo de Tehuantepec -bajo el nombre de Megaproyecto de desarrollo integral del istmo de Tehuantepec-, que se organizaría en torno a la línea de ferrocarril construida ahí en 1907, antes de que se hiciera el acuerdo en Panamá.[7] Con este corredor como eslabón de paso de los valiosos recursos naturales de la región y como área de ensamble industrial, no sólo se abaratarían los productos finales sino que el acceso a los grandes mercados, empezando por el de Estados Unidos, se tornaría mucho más ágil.

El establecimiento de este paso como eje del comercio intra e intercontinental, como punto de encuentro de los productos intermedios fabricados en todas partes del mundo con las mayores ventajas comparativas, como corredor de ensamble industrial al más bajo costo y como canal de comunicación casi ineludible lo convierte en una de las apuestas estratégicas de mayor alcance geopolítico (ver mapa 2).

El continente americano, por lo pronto, dado que su comercio mundial se realiza de 70 a 80 por ciento con Estados Unidos, quedaría eslabonado a través de este paso que constituiría un nuevo punto de control y de disciplinamiento.

En la otra punta del continente, el posicionamiento en lugares estratégicos de América del Sur, aislándola territorialmente del norte, controlando la franja amazónica e imposibilitando financieramente el acuerdo entre sus principales naciones (Mercosur), logra construir las condiciones necesarias para convertir a Estados Unidos, una vez más, en el mediador indispensable y en el organizador de la economía y la política continentales.

No está por demás recordar la vieja frase "América para los americanos" como un peligro que no ha podido, todavía, ser conjurado.

Los mecanismos

La guerra y el desarrollo como estrategias de control territorial

En nombre de la ciencia, el progreso y la democracia el estado estadounidense ha justificado su incursión en el planeta. La legitimación, que sin duda ha logrado con algunos sectores de la población, se acompaña, y en muchas ocasiones es precedida, por un entramado de mecanismos de presión que combinan intervenciones militares con intervenciones económicas de diversos tipos. La planeación estratégica para estos fines está construida sobre la base de redes muy amplias que la mayoría de las veces impiden percibir su conexión con los propósitos articuladores declarados por el Departamento de Defensa, entre los que se cuentan los de garantizar el acceso a todos los recursos necesarios para su seguridad nacional y velar por los intereses de los estadounidenses sin importar el lugar del planeta en que se encuentren (DOD, 1998; Ceceña, 2000).[8]

Efectivamente, como declara el secretario de Defensa William Cohen,

Estados Unidos pretende jugar un papel de liderazgo en la comunidad internacional trabajando de manera cercana y cooperativa con las naciones que comparten sus valores y metas e influenciando a aquellas que pueden afectar su bienestar nacional.

[...] Estados Unidos se encuentra en un periodo de oportunidad estratégico. La amenaza de guerra global ha retrocedido y los valores fundamentales de la nación de democracia representativa y economía de mercado son adoptados en muchos lugares del mundo (DOD, 1998).

Y así Estados Unidos se apronta sobre el territorio latinoamericano, como un paso decisivo para consolidar su invulnerabilidad económica y su estrategia geopolítica, convirtiendo al continente americano en eslabón y eje del comercio mundial, evidentemente lidereado por el estado estadounidense. Geográficamente, el control de la zona Puebla-Colombia, que contiene los tres canales de paso, reales y/o potenciales, más eficientes del mundo,[9] además de las condiciones óptimas para establecerse simultáneamente como el gran espacio de ensamble mundial,[10] garantizaría la emergencia de esta región como bisagra de la economía del planeta. Ahí está el Comando Sur del ejército estadounidense para asegurar que esta oportunidad tenga viabilidad (ver mapa 3).

No es nuevo el uso de políticas externas de financiamiento al desarrollo como mecanismos de compatibilización o directamente sujeción de las economías del tercer mundo a la estadounidense. Tampoco lo son las intervenciones militares o político-militares directas[11] en cualquier área problemática que no pueda ser disciplinada con otras medidas. Lo que sí resulta novedoso es la dimensión territorial implicada y la magnitud de la apuesta que está en juego: ni más ni menos que el liderazgo mundial total.

Como la única nación en el mundo que tiene la capacidad para proyectar un poderío militar de envergadura planetaria para conducir con efectividad operaciones militares de gran escala lejos de sus fronteras, Estados Unidos tiene una posición única [...] Para mantener esta posición de liderazgo, Estados Unidos debe contar con fuerzas prestas y versátiles capaces de enfrentar un amplio espectro de actividades y operaciones militares: desde la disuasión y derrota de agresiones en gran escala hasta la participación en contingencias de pequeña escala y el enfrentamiento con amenazas asimétricas como el terrorismo ("La estrategia de seguridad nacional del presidente", DOD, 1998).

Si bien la incursión en la zona amazónica ha sido complicada por el lado de Brasil y Venezuela, la comunicación con el norte del continente tiene como punto estratégico a Colombia. Geográficamente, Colombia es el punto de enlace con el norte del continente, pero además ofrece condiciones inigualables para la consecución del proyecto estratégico.

La guerra interna provocada por indudables problemas sociales ha sido aprovechada para mantener una situación de inestabilidad e incertidumbre que, aunada a la culpabilización de los productores colombianos de coca por el narcotráfico mundial, sirve como plataforma de legitimación/ intimidación de la intervención directa del gobierno de Estados Unidos y de su ejército en Colombia. En verdad, el control de la principal materia prima del jugoso negocio de la droga es ya un argumento de relevancia para entender la importancia de Colombia en esta estrategia de reposicionamiento de Estados Unidos; sin embargo, hay por lo menos otros tres que permiten valorar el interés geoestratégico del territorio colombiano.

  • El paso de Darién en Colombia-Panamá y la Selva Lacandona en Chiapas son los dos puntos de concentración y encuentro de las especies tropicales de América, y son el enlace con especies del área andina y del dominio neoártico que sube hacia el polo norte. Por ello, conforman dos epicentros fundamentales de la biodiversidad americana.[12]

  • El territorio colombiano es rico en yacimientos petroleros. A los yacimientos conocidos y explotados hay que agregar una reserva potencial recientemente detectada que camina a lo largo de la cordillera que atraviesa el país.

  • Colombia, por su posición geográfica y por contar con el más importante movimiento armado de la región, resulta un punto clave para el enfrentamiento de la insubordinación, bajo sus formas diversas, en la zona, además de ser la base del embudo que comunica las dos grandes partes del continente.

Y si en Colombia y Ecuador la justificación para la presencia estadounidense y la instalación de bases militares, es decir, la ocupación estratégica del territorio, son el narcotráfico y la insubordinación, en otras zonas es el impulso al desarrollo o la conservación y aprovechamiento supuestamente sustentable de la naturaleza (ver mapa 4).[13]

Así es como en la región que se extiende desde el centro de México hasta el límite entre Panamá y Colombia, después de más de treinta años de guerra y dictaduras sangrientas en Centroamérica, están en marcha una serie de proyectos de recuperación de la naturaleza (destruida por las guerras y el saqueo) y de erradicación de la pobreza.

Estos proyectos, generalmente emprendidos y controlados por organismos como el International Cooperative Biodiversity Group (ICBG) de Estados Unidos y por el Banco Mundial, han ido estableciendo convenios con los gobiernos de la zona y ocupando poco a poco toda el área de lo que el Banco Mundial llama el Corredor Biológico Mesoamericano (ver mapa 5).

El estudio del ICBG, dependiente del Technical Assessment Group (TAG)[14] y de sus áreas de trabajo en el mundo, es altamente ilustrativo sobre la manera como el estado estadounidense asume y emprende, como política de estado, el acercamiento/posesionamiento de los principales puntos de biodiversidad generadores de endemismos. Con siete proyectos ubicados en once países,[15] el TAG controla todos los conocimientos y bancos de información que se han ido construyendo y que se mantienen custodiados por diferentes universidades estadounidenses. Las muestras, como ha sido denunciado entre otros por la Rural Advancement Foundation International (RAFI), son entregadas a empresas privadas para que realicen las investigaciones de sus principios activos y potenciales aplicaciones.

Pero quizá lo más interesante, además de la abierta relación entre agencias gubernamentales y empresas privadas, es que en países como Nigeria, catalogada como políticamente riesgosa, es directamente el ejército estadounidense quien está a cargo del proyecto (Giménez, p. 174 en este mismo volumen).

El papel del estado es la construcción de la hegemonía. La división de funciones entre las agencias del estado y las empresas permite poner en práctica tanto mecanismos de presión económica como legitimaciones científicas respaldadas por el sistema de universidades estadounidenses que hasta ahora han disimulado el empleo lucrativo que las empresas hacen de estos recursos. Como hegemón, el estado estadounidense pasa por encima de sus empresas particulares y, por supuesto, de los estados circundantes. Rompiendo fronteras, las rediseña de acuerdo con sus necesidades de expansión bautizadas como seguridad nacional. La nación estadounidense se ensancha tanto como sus previsiones estratégicas lo indican, como la legitimación del american way of life lo permite, como su superioridad militar lo impone y como los pueblos del mundo son desestructurados y subordinados.

La actual coyuntura restringe las posibilidades individuales de las empresas para allegarse los recursos que precisan y para hacer frente a una competencia por el espacio que, por implicar una disputa por la vida y por su asiento territorial, es necesario poner en juego, articuladamente, todos los mecanismos del poder y renovar, simultáneamente, la convicción sobre la pertinencia histórica, o por lo menos inevitabilidad, de este proceso.

Esta necesidad dicotómica de apropiación/legitimación lleva a la diversificación de los agentes del proceso y de los mecanismos que lo hacen posible. Las ocupaciones militares del Golfo Pérsico, la antigua Yugoslavia o Colombia muestran una cara más amable, por lo menos en apariencia, en el territorio comprendido en el Plan Puebla-Panamá o en algunas partes de la Amazonia.

The Nature Conservancy (TNC), Conservation International (CI) y algunas otras poderosas organizaciones conservacionistas han ido estableciendo los criterios generales de la conservación, por encima de la opinión de los pueblos que históricamente se han ocupado de ella, apropiándose de las principales reservas de la biosfera con la idea, en algunos casos, de preservarlas de la mano del hombre, es decir, de expulsar a sus pobladores, y, en otros, de explorar sus potencialidades recuperando todos los conocimientos y saberes desarrollados a lo largo de milenios. Al justificar su injerencia en ocasiones con un supuesto combate a la pobreza (Banco Mundial), lo importante es que su ubicación geográfica tiene una estricta coincidencia con la que indican los proyectos estratégicos de seguridad nacional de Estados Unidos, como puede observarse en el mapa 6.

Conclusiones

  1. La batalla de Estados Unidos por mantenerse a la cabeza de la burguesía mundial o, como lo ha calificado Pablo González Casanova, del empresariato mundial (2001), ha desatado una agresiva disputa por el control de la vida y del territorio. América Latina, históricamente encadenada a los destinos que Estados Unidos diseña para el continente, se encuentra nuevamente frente a una disyuntiva civilizatoria.

  2. La dominación construida en los terrenos comercial y financiero es insuficiente para garantizar la primacía y velocidad en el desarrollo tecnológico que impone la competencia por apropiarse todo lo objetivamente apropiable y por dominar todo lo dominable. La capacidad apropiadora desarrollada por el capitalismo rebasa, con mucho, sus límites sociales. La carrera de la competencia exige llevarla hasta sus últimas fronteras y eso implica, en el momento presente, la posesión directa de los territorios complejos.

    En la actual circunstancia de profunda transformación del paradigma tecnológico-societal, el estado es indispensable para regular las nuevas condiciones de desempeño de la economía (valorización del capital, posición en la competencia) y de la sociedad (disciplinamiento de los actores), así como para garantizar la construcción de la nueva territorialidad reclamada por este proceso. En estas condiciones, es el estado -y en todo caso las instancias supranacionales de definición estratégica global como puede ser el G8, que son expresión también de una relación hegemonizada- quien detenta la facultad de disponer las políticas generales de reordenamiento mundial que lo hagan posible. Los mecanismos (militares, financieros, políticos, ideológicos, culturales) y los medios (FMI, Banco Mundial, medios de comunicación, sistema educativo, etcétera) son su prerrogativa.

  3. La supranacionalidad del estado estadounidense y el reconocimiento general implícito y/o explícito de su figura hegemónica se acompaña, en el caso latinoamericano, de su capacidad para deslegitimar, presionar y virtualmente anular las facultades independientes de los estados de la zona.[16] La nueva territorialidad que se pretende construir en el territorio latinoamericano pasa por el control de las monedas induciendo una dolarización que cancela la soberanía de estas naciones frente al mercado mundial; pasa también por la invalidación de sus sistemas de justicia atrayendo los casos de los considerados grandes delincuentes hacia la justicia estadounidense; pasa también por promover la incapacidad de estos países para garantizar la paz social. Con estos y otros recursos similares el estado estadounidense legitima su reposicionamiento continental y crea la situación de vulnerabilidad y desarticulación en el área latinoamericana que le eliminará obstáculos para su libre movilidad.

  4. La nueva territorialidad que se construye no anula las posiciones adquiridas anteriormente por Estados Unidos. Más bien se trata de un movimiento englobante (embedding) que les otorga un contexto y un sentido ampliados. Así, el viejo proyecto de ocupar el istmo de Tehuantepec quedó subsumido en el de la ocupación de todo el cinturón de América llamado Puebla-Panamá. Las nuevas capacidades tecnológicas, políticas y militares de Estados Unidos vuelven más ambiciosos sus planes de control del mundo. Están, como dice el secretario de Defensa, ante una oportunidad única. Es el momento de conquistar definitivamente América Latina. El único problema son sus pueblos, cargados de dignidad.

  5. No parece haber duda de que nos encontramos, como señala Prigoggine, en un periodo de bifurcación histórica, de alta inestabilidad sistémica y, consecuentemente, de enormes desafíos, tanto como de enormes esperanzas, para el conjunto de la humanidad.

    La magnitud y dimensiones del poder acumulado son inmensas y su vocación es ganar. Los pueblos, desde esa perspectiva, están condenados a aceptar el fin de la historia.

    Sin embargo, algo no funciona en el modelo. Algo como una empeñosa voluntad de ser y de vivir que está abriendo espacios, por todos lados, para la emergencia de una sujetidad social desbordada y caótica, en el mejor y más moderno significado de la palabra, que estrenando una nueva visión libertaria no cesa de crear sentidos y esperanzas.

    Esa sujetidad que fluye desde lo más profundo de nuestras sociedades para decirle al gigante (en todas sus presentaciones) ¡ya basta! está empezando a dar vuelta al curso de la historia y a demostrar que sólo hay una manera de deconstruir el sistema de dominación: dejando de ser dominados; ejerciendo la dignidad y el sentido colectivo de la vida; reconstruyéndonos como humanidad y emprendiendo ¡ya! nuestro propio proyecto de mundo.


Referencias bibliográficas

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Notas:

[1]

La discusión acerca de la hegemonía y de sus agentes no está concluida; las posiciones varían desde la consolidación o fortalecimiento de algunos estados-nación y su ampliación correlativa hacia una cierta supranacionalidad hasta la disolución de éstos en beneficio de instancias abiertamente supranacionales y notoriamente financieras. Remito a Ceceña, 1995 y 2001p, y a Ornelas, 2001.

[2]

Las otras dos zonas del planeta señaladas por su riqueza y originalidad biológica están en el sureste asiático la primera y más importante de ellas (Indonesia y las islas) y en algunos puntos de la costa occidental de África que abarcan Nigeria y Congo. Éstas son, junto con la franja central de América que es objeto de este trabajo, las regiones de mayor densidad/diversidad biológica del mundo.

[3]

El área industrial californiana, la más moderna tecnológicamente, se ha destacado como creciente consumidora de electricidad encendiendo un foco rojo dentro de la política energética de ese país.

[4]

Para una referencia detallada de la construcción específica de una situación de suficiencia/invulnerabilidad en el campo de los metales estratégicos, ver Ceceña-Porras, 1995. Ahí se desarrollan de manera desglosada los diferentes mecanismos utilizados para asegurar el abastecimiento de metales indispensables que muchas veces se encuentran en áreas conflictivas del planeta, entre las que se cuentan los países independientes o rebeldes a los lineamientos estadounidenses.

[5]

Fábricas con alta densidad de mano de obra que responden a la estrategia de desmembramiento internacional de los procesos productivos con el fin de abaratar costos (salariales); por esta razón, son fábricas que se ocupan de las fases más empleadoras de mano de obra y no del proceso de producción completo; producen mercancías parciales (sólo motores; ensamblan piezas previamente cortadas o fabricadas, etcétera). Su creación fue el antecedente de la flexibilización/precarización del trabajo.

[6]

No hay que desdeñar que estos mecanismos de atracción de fuerza de trabajo barata y cautiva sirvieron para debilitar a los propios sindicatos estadounidenses y para generar una baja general de salarios y prestaciones. Por supuesto esto no afectó la brecha entre niveles salariales que se mantiene alrededor de 10 a 1.

[7]

Su aprobación fue obstaculizada temporalmente por una protesta social generalizada en la que participaron activamente las organizaciones de campesinos e indígenas de la región directamente afectada. Para un análisis detallado de este proyecto remito a Ceceña, 1997.

[8]

Los intereses vitales de Estados Unidos, asentados en el documento National Security Strategy for a New Century (DOD, 1998), incluyen: 1) proteger la soberanía, el territorio y la población de Estados Unidos; 2) prevenir la emergencia de hegemones o coaliciones regionales hostiles; 3) asegurar el acceso incondicional a los mercados decisivos, a los suministros de energía y a los recursos estratégicos; 4) disuadir y, si es necesario, derrotar cualquier agresión en contra de Estados Unidos o sus aliados; 5) garantizar la libertad de los mares, vías de tráfico aéreo y espacial y la seguridad de las líneas vitales de comunicación.

[9]

Además de Tehuantepec y Panamá, existen condiciones topográficas para abrir un canal similar en Nicaragua.

[10]

Sólo en la región Puebla-Panamá el número de habitantes asciende a 62 millones. Considerando las condiciones políticas y socioeconómicas del lugar, cabe esperar una sobreoferta de mano de obra que asegure salarios estructuralmente bajos.

[11]

Para una revisión de las intervenciones norteamericanas desde 1945 ver Blum:2001.

[12]

Tanto el gobierno de Estados Unidos (a través de organizaciones conservacionistas y/o filantrópicas muchas veces) como algunos organismos internacionales han consagrado buena parte de sus proyectos hacia estos dos puntos.

[13]

La articulación de las decisiones militares y los proyectos de investigación de la naturaleza o de apoyo al desarrollo no es evidente. Sólo se percibe al revisar los cruces entre universidades y agencias de investigación, el Departamento de Defensa, el de Energía y el de Salud, así como la conformación de los directorios o concejos de administración de organismos aparentemente no gubernamentales y/o agencias gubernamentales.

[14]

El ICBG se coordina desde Estados Unidos a través del TAG, conformado por miembros sobresalientes de tres instituciones públicas estadounidenses: el Servicio de Agricultura Extranjera (FAS), la Fundación Nacional de Ciencia (NSF) y el Instituto Nacional de Salud (NIH). Este último está conformado a su vez por el Instituto Nacional del Corazón, Pulmones y Sangre (NHLBI), el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIDA), el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH), el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID), el Instituto Nacional de Cáncer (NCI) y el Centro Internacional Fogarty (FIC). El representante del FIC asume el cargo de Director del Programa de Biodiversidad, en pocas palabras el director del ICBG, cuya función principal es la de coordinar todo el proyecto y cuidar que se cumplan las políticas y las actividades estipuladas. Ver Giménez, 2001p. La mayor parte de la investigación en genética se realiza en este momento en las instituciones mencionadas, que son las que concentran el presupuesto dedicado a estos propósitos. Muy importantes son, en este campo, investigaciones relacionadas con enfermedades tropicales (que se realizan en África y Asia también), entre otras cosas para encontrar los antídotos que permitan al ejército estadounidense asentarse con menores riesgos en esas regiones.

[15]

El TAG controla el proyecto en los once países donde actúa agrupándolos en siete subproyectos: sureste mexicano (ICBG Maya); Panamá; Argentina, Chile y México (ICBG Zonas áridas); Perú; Surinam y Madagascar; Nigeria y Camerún; Vietnam y Laos.

[16]

Evidentemente, los gobiernos latinoamericanos están muy lejos de corresponder a la dignidad de sus pueblos. Su deslegitimación es auténtica. Por ello, la liberación de los pueblos latinoamericanos tiene que ser, al mismo tiempo, antiimperialista y anticapitalista.



Revista Chiapas
http://www.ezln.org/revistachiapas
http://membres.lycos.fr/revistachiapas/
http://www33.brinkster.com/revistachiapas

Chiapas 12
2001 (México: ERA-IIEc)


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